Anorexia y Bulimia en las comunidades virtuales. Un fenómeno de época
CREDO DE LA ANORÉXICA
Creo en el Control, la única energía con suficiente
fuerza como para ordenar el caos en el que vivo.
Creo que soy la persona más rastrera,
inútil y despreciable que haya existido jamás en la Tierra,
y que soy absolutamente indigna del tiempo
o la atención de nadie.
Creo que quienes me digan algo distinto son idiotas.
Si pudieran verme como soy realmente,
me odiarían tanto como yo lo hago.
Creo en leyes irrompibles, en deberes y obligaciones
que determinen mi comportamiento diario.
Creo en la perfección, y lucho por obtenerla.
Creo en la salvación a través de realizar
un esfuerzo cada día mayor.
Creo en las listas de calorías como la palabra de Dios,
y de acuerdo con esa creencia las memorizaré.
Creo en las básculas de baño como indicador
de mis fracasos y éxitos diarios.
Creo en el infierno, porque en ocasiones pienso que vivo en él.
Creo en un mundo en blanco y negro, en la pérdida de peso,
el remordimiento por los pecados, la negación del cuerpo
y una eterna vida de ayuno.
(Extraído de páginas pro anorexia)
Es válida la expresión de que los trastornos de la alimentación, y especialmente, la Anorexia Nerviosa no son enfermedades específicas de nuestro tiempo, sino que se remontan a la vida religiosa de la Edad Media y posteriormente a los espectáculos circenses en donde los artistas del hambre eran un atractivo preponderante. Existe un nexo entre estas prácticas religiosas y sociales de antaño y aquellas personas diagnosticadas de Trastornos de la alimentación del presente.
No obstante una diferencia separa a las doncellas milagrosas que ayunaban, de las anoréxicas de hoy en día. Mientras que las primeras ayunaban en honor a Dios, nuestras jóvenes lo hacen en honor a un ideal de belleza, elevado al pedestal en que lo han puesto los modelos promovidos desde los medios de comunicación, ciertos grupos de pertenencia social y aún desde las constelaciones discursivas familiares.
Nuevos mandamientos son “impuestos”, como una legalidad otra; no la ordenada por Dios a los hombres, sino una legalidad que marca el cuerpo, y exalta sus curvas a la máxima divinidad.
Es que la importancia que se da a la delgadez a nivel sociocultural puede convertirse en un factor predisponente, precipitante y perpetuante de un trastorno alimentario especifico como lo son la Anorexia Nerviosa y la Bulimia Nerviosa. Patologías que comparten la excesiva preocupación e insatisfacción por el peso, el cuerpo y la estética, el temor a engordar y la desmesurada influencia de ésta en la determinación de la estima personal.
Ahora bien, además de este trastoque al culto de la imagen esbelta, en estos últimos tiempos se viene dando un fenómeno relativamente novedoso: la aparición de comunidades virtuales pro anorexia y bulimia (“Ana y mía”), que en páginas web y blog publicitan el “matarse de hambre” como un estilo de vida a seguir.
El aislamiento, la culpa y la vergüenza que en otros tiempos dificultaba que esta problemática privada se hiciera pública, hoy es publicitada. Asistimos a un trastocamiento de época: lo privado se hace público, y lo cotidiano se hace virtual. Fenómeno que lleva al extremo un ideal impuesto desde lo cultural como “normal”: ser delgadísimo.
En nuestras sociedades posmodernas, donde a la imagen se lo otorga casi el estatuto de verdad absoluta y se adora a la imagen del propio cuerpo y se pretende la eterna juventud; no es extraño que se haga comunidad virtual en torno a “ana y mía”. Y tampoco es extraño que logre la adhesión de tantos jóvenes y adolescentes, ya que estos conforman la franja etaria de mayor riesgo. Frente a las críticas, burlas, un desamor o el temor de parecerse a un padre o madre obeso, puede iniciarse la decisión de adelgazar, y con él, el camino hacia la BN o la AN, que dependerá de múltiples factores predisponentes (biológicos, socioculturales, familiares, psicológicos) así como precipitantes (dieta, pérdida del autocontrol, conflictos interpersonales, dificultades familiares, inicio de la sexualidad genital, elecciones vocacionales, menarca, el cumpleaños de 15, etc).
En este contexto, quienes padecen Trastornos de la Alimentación son el síntoma social de la lucha desigual entre los cuerpos de los modelos del fotoshop y el cuerpo biológico. No es de extrañar entonces que dichos trastornos aparezcan íntimamente relacionados con las depresiones.
Quienes padecen trastornos de la alimentación no dan en la medida social de cómo es un cuerpo, quedando en una lucha desigual con los modelos de revista. La comida puede saborearse con el atracón en la BN, o abstenerse de ella mediante el autocontrol en la AN, pero lo que va perdiendo sabor y sentido en ese círculo vicioso es la existencia. La confianza y afianzamiento social logrado sólo es temporal porque un atracón y el quiebre de la dieta, o el deseo de alcanzar un peso inferior al logrado pone enclenque la satisfacción de un logro que en definitiva es la marca de un nuevo fracaso: no alcanzar la medida; intentar llenar “el hueco” del estómago pero no el de la autoestima…
Ana y Mía están unidas en pos de un ideal, pero sus diferencias son marcadas, aunque las une la lucha por ser "princesitas de cristal". Nombre que remite a la fragilidad e inestabilidad con la que viven y se ven a sí mismas…
Si Ana y Mía son las princesitas de cristal unidas en pos de un ideal, entonces las páginas y blogs constituyen nuevos modos de hacer comunidad, pero agarrados en lo patológico y destructivo. Sin embargo, ello no es de extrañar, pues los personajes de plástico de la TV y los esqueléticos de la pasarela son impulsados por el ideal de belleza a toda costa; incluso de la vida misma.