¿Parejas con hijos o sin hijos?

11.01.2014 21:23
 

 

Casados con hijos, hoy mas que nunca se ha vuelto una cuestión ideal que dista las mas de las veces de la realidad cotidiana. El ordenamiento que va del enamoramiento al casamiento y del casamiento a los hijos hoy ha adoptado múltiples formas. La familia nuclear burguesa no es EL modelo de familia. En su lugar, convive con familias ensambladas, familias monoparentales, familias homoparentales, parejas que han decidido no tener hijos, etc. Es por ello que, nos vemos desafiados a pensar al modo en que lo plantea Ricardo Rodulfo en “Padres e hijos en tiempos de la retirada de las oposiciones” en clave de diferencia no oposicional. Lo cual libera del criterio normalizador que ha caracterizado a la Modernidad.

En toda configuracion vincular familiar existen diferentes tipos de vínculos: el de pareja, el filial (padres-hijos),  el fraterno (hermanos), el avuncular (tíos, abuelos). Pero de todos ellos, los que hoy nos convocan son: el vínculo de pareja y el vínculo entre los padres y los hijos. Se hace necesario  diferenciar, por tanto, la pareja amorosa y la pareja parental, ya que, el hecho de que advenga una, no implica que advenga la otra. La primera en nuestra cultura occidental está establecida a partir de una configuración vincular caracterizada  por la “elección mutua”, el enamoramiento y la sexualidad. Mientras que la segunda implica un tramado vincular que apunta al reconocimiento de la parentalidad en tanto padre y madre para un hijo como un proyecto vital compartido.

Se suele hacer una sucesión cronológica entre ambas: primero pareja amorosa, luego pareja  parental, pero no siempre sigue este orden, menos en estos tiempos. Tampoco hay porque suponer que una pareja amorosa desea establecer modos de filiación. René Kaes planteaba en 1999 que cada vez resulta más frecuente que ciertas parejas rechacen nuevas afiliaciones ya que se sienten contentos con ellos mismos y optaban por sostener la ilusión de “parejas maravillosas” en donde los hijos no forman parte del proyecto vital compartido.

En sus comienzos el Psicoanálisis Vincular establecía que en una pareja existen ciertos parámetros definitorios: la cotidianeidad, el proyecto vital compartido, la tendencia monogámica y las relaciones sexuales (Puget y Berenstein, 1989). Asimismo, establecían que ésta, estaba fundamentada en la relación de alianza y que era el origen de una nueva familia al mismo tiempo que el “corte” y desprendimiento de los vínculos parentales de cada uno respecto de su familia de origen para conformar una estructura inédita.  Esta ultima fundada en pactos y acuerdos inconscientes singulares en cada pareja.

Berenstein plantea que cuando esta pareja del enamoramiento logra imaginarse junta durante al menos un largo tiempo, tiende a realizar este proyecto con los hijos. Mientras que la pareja se constituye por un vínculo emocional dado entre “dos sujetos de deseo, de obligación y de deber, con un aparato psíquico constituido, con represión establecida y pertenecientes inicialmente a distintas familias” (Berenstein, 2007), en la pareja parental ambos sujetos colaboran fuertemente “en la construcción del aparato psíquico o del mundo interno del recién nacido…” (Berenstein, 2007). No obstante, padres y recién nacido imponen al otro su presencia, lo que implica arribar a un modo diferente de ser en esta situación vincular. Habrá que decir que entre padres e hijos, las cosas empiezan por el medio, por el entre. Y que por tanto, como plantea Sonia Kleiman, el vinculo esta caracterizado por la hospitalidad. Hospitalidad que es simultánea ya que mientras se acoge a un bebe, se es acogido como padre por éste, cuando se inviste, se es investido. Pues “La hospitalidad no pertenece originalmente ni al anfitrión, ni al invitado, sino al gesto mediante el cual se dan la acogida” (Kleiman). Hay simultaneidad, y también desamparo y lugar para lo impredecible en ambos. Los orígenes a su vez son múltiples, y el nacimiento de este hijo, sólo es uno.

Luego, hijos y padres no son los mismos a lo largo del tiempo y de las diferentes situaciones existenciales y vitales por las que atraviesan: ya que no encuentra a ninguno de los dos de la misma manera si el hijo aprende a caminar, o si es adolescente, si la pareja decide separarse, o comenzar una nueva relación, o si los hijos se van de casa...

Pensar desde éste registro implica el cuestionamiento del registro del parentesco dado desde lo biológico (“Sangre de tu sangre”) como así también el registro desde el parentesco como estructura en donde los lugares ya están establecidos y sólo hay que reproducirlo. En vez de ello, adherimos a un tercer registro del vínculo familiar que “…requiere ser pensado como el que se construye, se hace. Esto implica pensar que el bebé que nace, no es necesariamente todavía hijo, que la pareja no es necesariamente una pareja de padres por haber concebido o adoptado un bebe, ya que esta situación debería ser creada en esa experiencia única y novedosa que es el arribo conjunto a esos lugares…”(Kleiman)

Desde dicha perspectiva es posible pensar la realidad compleja de nuestro día a día, sin tratar de que todo quepa en el “lecho de Procusto”, sino aceptando el desafío de pensar junto con otros para construir pareja y parentalidad.