¿Por qué se suicidan? Parte II
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Cada 38 segundos, en el mundo alguien se suicida. Pero se estima que para el 2020 habrá un suicidio cada 20 segundos. Cuanto más desarrollado esta un país, mayor es el índice de suicidio. Cada año mueren en el mundo 55 millones de personas, 1 millón de esas muertes corresponden a suicidios. ¿Qué es lo que ocurre?
Estos tiempos, son tiempos de confort y abundancia. Como nunca antes, la ciencia y la tecnología están puestas al servicio del hombre para lograr mayor calidad de vida. Como nunca antes, la vida se prolonga más allá de lo que en otras épocas se pudiera imaginar. Como nunca antes, estamos tan conectados. Como nunca antes, tenemos al alcance de la mano libros de autoayuda, psicoterapias, conferencias motivacionales. Pero también, como nunca antes y por paradójico que suene, el hombre ha estado tan solo y la decisión de darse muerte a si mismo va en crecimiento.
Somos sociedades cada vez más pobres en afecto, en vínculos, en orejas que escuchan, en esperas. Sociedades sin Dios, sin afectos y vínculos familiares, amistosos y comunitarios duraderos y estables, sin historia y herencia que reconocer o dejar, sin causas por las que dar sus vidas, sin sentido de trascendencia… sociedades muertas en vida. Solo viven para sí, en conclusión: no viven. Los suicidios solo hablan de lo que el individuo sufre en estos modos de vida frívolos propuestos.
Nos hemos vuelto una sociedad muy pobre en otra forma de vida que no remonte a la utilidad y a la accesibilidad al consumo de bienes, servicios y productos. Nos hemos ocupado tanto de progresar, tener, comprar, viajar a todos lados, ser exitosos, famosos y multimillonarios… que nos olvidamos en el camino lo que es estar en paz con nosotros mismos aquí mismo.
Lo que ocurre que es que ni el trabajo, ni el acceso monetario, a bienes y servicios, ni el consumo de sustancias pueden colmar más que por momentos la pregunta por el sentido de la existencia humana.
La fe en algo superior en cambio, da sentido de trascendencia y esperanza, y personas que creen lo mismo con quienes relacionarse. La familia da pertenencia y cuidados afectivos que contienen. La patria da una causa por la que luchar.
El ser humano al final de sus días se pregunta más por quienes lo han querido que por el dinero o la posición que ha tenido. Sin embargo en la vida cotidiana, los vínculos significativos (porque compinches y conocidos tenemos todos y a montones) junto con el conocimiento de sí mismo en lo intimo son los menos cuidados.
No sabemos manejar la decepción. Ni la frustración. Ni las pérdidas. Ni las angustias. Ni las incertidumbres. Ni los desamores. La perdida de nuestro valor personal en el plano laboral, tampoco.
Somos pobres en afectos, pobres hasta en el vocabulario sentimental. Nos esforzamos tanto por gozar de todo, disfrutar todo que nos volvimos unos “nabos” en el modo de resolver nuestros sufrimientos. Aunque estos tiñen nuestros sentimientos, pensamientos y sucesos cotidianos.
En estos tiempos que corren es difícil dejarse ayudar, y más difícil aun encontrar quien ayude. Es difícil detenerse a pensar y soportar la angustia que eso puede generar; pero lo necesitamos como seres humanos, para poder re-enfocar nuestro caminar.
¿Qué es el hombre? ¿Su trabajo? ¿La casa que usa? ¿Es acaso su auto? ¿Es el chico/a que tiene o ya no tiene? ¿Somos solo eso?
Al ser humano actual lo mata su materialismo y su ego. Cuando las luces y los colores de ambos se apagan por un instante, lo que queda es la nada misma. Sin afectos, sin una causa de existencia que valga la pena y sin relaciones significativas… el ser humano es eso: nada.